En junio de 2023 visitamos varias comunidades de la Costa Sur. Una de las cosas que nos llamó la atención, fue que la mayoría de la población estaba formada por niñas, niños, mujeres y personas ancianas. Al preguntar dónde estaba la juventud y los hombres, nos respondieron que la mayoría emigraron para trabajar en el extranjero. Para profundizar en esta situación, concertamos una entrevista con Abelino Mejía, representante del Consejo de Comunidades Retalhuleu, con quien hablamos de la migración en esta región.

PBI: ¿Cómo valora el impacto de la migración en la Costa Sur durante los últimos años?

Abelino: ha crecido mucho durante los últimos 5 años. Familias completas se han visto obligadas a migrar por la falta de oportunidades, especialmente la juventud, y hasta la niñez. Cuando digo falta de oportunidades me refiero al desarrollo, el gobierno no ha generado oportunidades de empleo. No hay cómo generar ingresos. Aunque tenemos nuestro terrenito, nos falta capital para comprar semillas para poder trabajarlo, no podemos sembrar. Y si sembramos en verano nos falta agua y no sale la cosecha. La producción de caña, que es lo que abunda en la zona, no da empleo y si lo da es mal pagado, es explotación. Entonces los jóvenes y las familias tratan de migrar para tener una vida mejor, porque no hay alimentos, y si los hay no pueden cocinarlos porque no tienen agua. Por eso se van.

El gobierno nunca va a frenar la migración mientras no haya oportunidades de desarrollo que lleguen a las familias necesitadas. Ahora hay algunos proyectos, pero estos se politizan y no llegan a quienes realmente lo necesitan.

PBI: Y ¿qué consecuencias tiene esta migración para las comunidades?

A: Existen comunidades donde solo hay mujeres, niños y ancianos. Los niños de 7 a 8 años son los que quedan, porque a partir de los 9 años empiezan a migrar. Muchas veces lo hacen solos, otras van con la mamá, porque a menudo el papá ya se fue pero dejó de enviarles recursos. Esta situación afecta mucho a las comunidades, especialmente a su desarrollo, pues los niños se van sin ni siquiera haber terminado la primaria. No es que la gente no quiera quedarse, sino que no hay oportunidades.

Por ejemplo, de mi familia migró una niña de 12 años. Su sueño era estudiar y aquí no había posibilidad. O sea, hay pero es privado, cuesta entre Q300 y Q500 mensuales, y eso nosotros no nos lo podemos permitir. Ella misma tomó la decisión y nos lo dijo, porque sabía que “aquí no se puede”. Aquí si trabajas en la finca, te pagan Q50 el día que apenas te alcanzan para comer, dependiendo cómo esté el precio de la canasta básica. Frente a esta situación ella misma nos dijo que prefería migrar, a pesar de los riesgos que esto supone. Por suerte ella llegó bien, y ahorita está cumpliendo con su sueño: estudiar. Este es un claro ejemplo de cómo los niños no ven futuro aquí en Guatemala, y por eso se ven obligados a migrar. Son jóvenes pero con pensamientos de personas grandes. Acá no existe el Estado, no está presente, y eso provoca grandes flujos de migración. Sabemos que hay un Estado, pero nunca está aquí con nosotros, brindando oportunidades. 

A nosotros nos duele que se vayan, que dejen la comunidad, pues queda un vacío. Y cuando solo se va el papá, o la mamá y el papá, los niños quedan abandonados. La falta de oportunidades, el empobrecimiento y la desintegración familiar también hace que aumente la delincuencia, que se desarrollen maras. Porque si el niño no está al cuidado de papá y mamá, si se quedan al cuidado de un tío o una tía, no se le puede dar la misma atención, entonces salen a la calle y se pueden involucrar en drogadicción y vandalismo. Eso acaba afectando a toda la comunidad.

PBI: Migrar es caro. Hablemos del endeudamiento que sufren las familias cuando deciden que alguien tiene que migrar.

A: Hay gente que hipoteca las escrituras de sus terrenitos, como garantía. Los viajes cuestan entre Q100.000 y Q160.000. Son caros, pero la gente se arriesga porque no hay oportunidades, no hay más qué hacer. Se meten a un préstamo y los intereses son altísimos, y como no pueden pagar, finalmente el banco se queda con el terreno. Hay familias que se han quedado en la calle porque no han podido pagar. Conozco a muchas familias que lo intentaron y ahora están peor.

En mi comunidad hay unas 1.800 familias y en los últimos dos meses han migrado más de 100 personas. Hay niños de 9 y 10 años que se van, sacan sexto y como no tienen oportunidad de seguir estudiando el básico se van. También hay personas que han desaparecido. Por ejemplo, el año pasado un conocido de 16 años migró y no pudo llegar, desapareció, no se sabe nada de él. Él cuando se fue se despidió de su mamá, porque nunca se sabe si se van a volver a ver. Si llegan se comunican con su familia, pero si no llegan, como en el caso de este muchacho, se da por muerto, porque no hay más información.

PBI: De las 100 personas de su comunidad que emigraron en los últimos 2 meses, ¿podría hacer una estimación de cuántas llegaron a su destino?

A: En este caso han logrado llegar 25 personas a los Estados Unidos. Otras 25, más o menos, están trabajando en México, porque la Migra los regresó a ese país y ahí se han quedado. Y los otros no han podido llegar a su destino, han regresado y su lucha sigue. Algunos ahora están en El Salvador, vendiendo manía o dulces. Otros migraron a Belice porque allí hay empleo, hay corte de naranja. Otros están fuera del departamento de Retalhuleu vendiendo sus cositas para ver cómo van cancelando esa deuda que tienen y cómo mantener a su familia. A pesar de estas situaciones, las familias lo vuelven a intentar porque acá no hay oportunidades.

PBI: ¿Conoce las condiciones en que viven los y las migrantes?

A: Son condiciones precarias. Mi hermano, que migró, comparte cuarto con 5 o 6 personas para que salga económico, y no gasta. Por ejemplo, no sale a un baile porque si no gasta dinero. Igual están los demás compañeros que se han ido y con los que comparte cuarto. Se sortean las camas. Mi hermano me cuenta que a él le toca dormir en un sofá, una noche sí y una noche no. Él trabaja turno de día y turno de noche, entonces se van turnando para dormir. Si ellos pagaran cuarto solo, entonces no les alcanzaría para pagar la deuda.

Van con la idea de, al menos, saldar su deuda en 3 o 4 años. Después tienen que estar otros 4 años para poder comprar un terrenito, o hacer una casa, o tener una vaquita. Porque esa es la idea, juntar un capital para tener sus animalitos o poner agricultura, para progresar. Estamos hablando de un periodo de 8 o 10 años para poder volver. Pero si durante ese periodo se desintegra la familia ya no vuelven. La migración crea situaciones bien críticas, pues es bien difícil para el círculo familiar. La mayoría de quienes emigran no vuelven, se establecen allá y mandan a traer al papá o a la mamá. Se acostumbran a esa vida, pues la alimentación es mejor y hay más oportunidades de trabajo. Pero hay quienes sí regresan, pero si no acumularon suficiente capital, tienen que volver a migrar. Es una situación muy crítica.

PBI: ¿Cree que existe relación entre la expansión de actividades de los ingenios azucareros en la región y el aumento de la migración?

A: Cuando no existía caña, había mejor economía, porque llovía, no se perdían las cosechas. Las familias tenían cómo alimentarse. Las familias no iniciaron a migrar por gusto, sino por falta de alimento y agua, por eso hay migración. Anteriormente migraba poca gente, no como ahorita. Imagínese, si en los últimos dos meses han migrado 100 personas de mi comunidad, qué estará pasando en otras comunidades que están en una situación más crítica que la mía. Digo más crítica porque ahorita mi comunidad no está rodeada por la caña de azúcar, así que tenemos más agua, o sea ya podemos producir más alimentos. Antes no había tanta migración porque había producción. Se sembraba en el verano sandía, pepino, chile, papaya. Había trabajo comunitario que se pagaba a Q100 o Q125 el día. Pero los campesinos dejaron de producir porque la caña se llevó toda el agua, y si no hay agua no hay producción. Entonces, la gente migra porque no tiene para dar de comer a sus hijos. Ni para darles estudios, se ven obligados a migrar.

Hay comunidades que no tienen nada de agua, que tienen que comprar bolsas de agua diariamente. Porque ya no hay pozos, se secaron. Y la poca agua que tienen es mala, no la pueden beber. Entonces, ahí es donde se da más migración, porque por fuerza tienen que ver cómo alimentar a sus familias. Allí hay casas donde solo la abuela y el abuelo viven, porque todos migraron. Todos migraron porque no hay cómo generar ingresos para que la familia tenga alimentos, porque aunque ellos siembren se secan los huertos. Estas familias viven del dinero de las remesas. Hay señoras que van a lavar ropa hasta Retalhuleu, o que van a otros departamentos, eso igual es migración ¿no? Tienen que ver cómo ganan para mantener a la familia. Realmente es un infierno lo que se vive con esta situación de migración.

La caña de azúcar, aunque genera empleo, no es para la gente de acá, sino que traen sus cuadrillas del Quiché. Hermanos del Quiché que explotan, porque les pagan Q40, Q45, Q50 al día, y si les dan comida se descuentan. Por eso los hemos catalogado como los ingenios de la muerte, porque hay personas que se mueren contaminadas por los químicos, fertilizantes o quemadas en el tiempo de zafra. Es también gente que viene por necesidad, vienen porque solo tienen su casita, pero no tienen un terreno dónde trabajar, no tienen cómo producir.

Los ingenios a nosotros nos vienen a joder, porque tenemos terreno pero no agua para producir. Es un modelo que el Estado de Guatemala nos está imponiendo. Nadie nos ha consultado si queremos ese tipo de proyectos en nuestras comunidades. Si el Estado estuviera presente aquí, garantizando oportunidades, se podría frenar la migración.